Chicuarotes

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Chicuarotes (2019)- AlternativaTlx
Still de Película Chicuarotes, Imagen de El Economista
Jorge Luis Mata Martínez
Chicuarotes nos lleva a San Gregorio Atlapulco, un barrio al sur de la Ciudad de México, donde conocemos a Cagalera (Benny Emmanuel) y Moloteco (Gabriel Carbajal), dos adolescentes que buscan salir de la pobreza por cualquier medio. Al inicio los vemos disfrazados de payasos en un autobús, tratando de ganarse la vida, pero pronto su desesperación los lleva a cometer actos más graves, incluyendo el secuestro del hijo del carnicero con ayuda de Chillamil (Daniel Giménez Cacho), un exconvicto.
Este punto marca un giro oscuro en la trama, pero la ejecución del secuestro y sus consecuencias se sienten inconclusas, dejando momentos importantes sin suficiente desarrollo. Aunque hay escenas logradas, como cuando Cagalera intenta dejar una nota de rescate, otras resultan incómodas o mal planteadas, como un intento de abuso que no encaja del todo con el tono de la historia.
Una subtrama sobre Baturro (Enoc Leaño), un personaje violento, sirve para mostrar el entorno hostil que rodea a los protagonistas, pero también queda poco explorada. En general, la película plantea una situación cruda y realista, pero sin profundizar del todo en sus personajes. Esto puede ser intencional, para evitar presentarlos como héroes o villanos, y en su lugar mostrar la desesperación de quienes viven sin oportunidades claras.
A pesar de esto, Chicuarotes tiene momentos efectivos. La escena inicial en el autobús es potente y plantea de forma rápida el conflicto central. La química entre los protagonistas es otro punto fuerte; sus diálogos e interacciones reflejan amistad, frustración y melancolía. Cagalera, en particular, transmite la desesperanza de muchos jóvenes mexicanos que se sienten atrapados en un sistema sin futuro.
Gael García Bernal, en su papel como director, logra capturar de forma cercana la tensión que viven los personajes. Los movimientos de cámara refuerzan esa sensación de encierro y urgencia.
En definitiva, Chicuarotes es una crítica social fuerte, que retrata un México duro, violento y lleno de desigualdad. Aunque no todos sus elementos narrativos funcionan, su mensaje es claro: la delincuencia puede parecer una salida rápida, pero es una vía que se apaga pronto. El final, silencioso y reflexivo, deja una sensación amarga, pero también realista.
En un país donde ser joven y pobre puede significar estar condenado desde el nacimiento, Chicuarotes nos obliga a mirar de frente a esa juventud marginada que busca cualquier salida, incluso las más desesperadas. La cinta no busca justificar, sino visibilizar: mostrar cómo la violencia no nace del vacío, sino de contextos que la incuban y la perpetúan.
Porque al final, como dice Chillamil, un exconvicto interpretado por Daniel Giménez Cacho en una de las escenas más contundentes del filme: No nacimos malos, nacimos jodidos” (Mendoza, 2019). Una declaración brutal, pero honesta, que nos invita a reflexionar sobre la raíz del problema más allá del juicio fácil. ¿Qué país estamos construyendo, cuando hay generaciones que solo ven puertas cerradas?