Secreto a Voces • La Ciencia sin Ciencia

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Secreto a Voces - La Ciencia sin Ciencia
Foto: Secithi
Por Rafael Alfaro Izarraraz
Las universidades hacen ciencia lo mismo que las empresas en sus laboratorios, el Estado a través del gobierno y el ejército (como ocurre con el Silicon Valley), asociaciones de investigadores que presumen de cierta independencia. La ciencia recibe mayor atención en las naciones más ricas y menos en las de escaso desarrollo, aunque esto ha cambiado en los últimos años. Una parte de los organismos e instituciones señaladas obtienen financiamiento de los contribuyentes cuyas contribuciones se concentran en el presupuesto de la administración gubernamental, por una parte; las grandes familias, por la otra, poseedoras de grandes fortunas en el mundo y a través del poder que tienen a través de la banca mundial, los estados imperiales o de la empresa multinacional, quienes financien la otra parte de la ciencia.
Pero lo importante de todo es que la dirección que toma la ciencia en general llámese ciencias duras sociales y humanas, es que su saber está determinado por los “Amos del mundo” como llama Noam Chomsky a quienes tienen sus fortunas invertidas en las grandes corporaciones multinacionales que dominan el mundo occidental, los estados y las finanzas globales, ahora en crisis. La pandemia que se vivió en 2020 puso al descubierto esa si no aterradora si dramática realidad: las grandes multinacionales poseen los recursos tecnológicos en sus manos y de manera suficiente como para atender y resolver ese tipo de contingencias que puede vivir la humanidad, pero también puede utilizar ese pode de otra manera y contra los pueblos.
Esto que hemos descrito es el resultado de un proceso histórico que inició en Europa. La ciencia tal como ahora la conocemos es una ciencia vinculada y orientada a la empresa que es la base de la producción industrial. Por lógica, la ciencia a la que se le dio vida fue una ciencia empresarial/corporativa ahora vinculada a las empresas multinacionales y los Estados imperiales. La ciencia fue el motor del progreso. Este último, fue la ideología que se le ofreció a los pueblos para engancharlos en torno al capitalismo. El avance técnico indispensable para garantizar ese progreso que se materializó en algunas naciones ricas como Estados Unidos por lo menos durante la posguerra, de acuerdo Richard Wolf. La importancia de las naciones europeas y su prestigio y autoridad se impuso en el mundo como algo sagrado.
Así la ciencia se convirtió en un modelo hegemónico utilizado por las naciones ricas, coloniales, dicho sea de paso, para sostener hegemonías culturales, políticas, tecnológicas y sobre todo educativas. De tal manera que la ciencia estuvo vinculada a la hegemonía colonial y sirvió y ha servido a esa labor de dominación. Con el dominio de la ciencia creada por las naciones ricas la ciencia mostró, aquella ciencia, que en realidad se trataba de un dispositivo de poder como otros que las naciones imperiales utilizan para dominar como las armas, las fronteras, la producción de máquinas, las finanzas, ahora las redes, los celulares, los viajes espaciales, por mencionar algunos. Esto se puede apreciar en la manera en que se produce ciencia en la actualidad y se ha producido durante los últimos 200 años.
Después de la posguerra los amos del mundo y los gobiernos de las naciones ricas continuaron con la tarea que se había iniciado a finales del siglo XVIII y XIX. En esos 200 años las empresas contrataron a los científicos como empleados de sus empresas y, asimismo, compraron los inventos que habían venido desarrollando de manera individual o en asociación entre los propios científicos. Los científicos pasaron a formar parte de la administración empresarial. Se convirtió la ciencia en un área más dentro de la administración empresarial, pero con una tarea central: aplicar los conocimientos individuales y grupo hacia el fortalecimiento la empresa y sus intereses locales y en el mundo. Los científicos y sus conocimientos, como ciencia, quedaron supeditados a los grandes corporativos.
La elevación de la sociedad como aspiración de la ciencia clásica quedó atrapada en la búsqueda de la ganancia empresarial. Los científicos se perdieron en la industria y la ciencia fue doblegada y sometida a los intereses empresariales. En el ámbito social, se expandió la educación universitaria por todo el mundo bajo la óptica de formar mano de obra calificada a tono con la expansión de la empresa transnacional durante la segunda parte del siglo XIX. Mujeres y hombres egresados de las universidades tendrían el campo empresarial para desarrollar su actividad empresarial, pero comprada y orientada al someterse a un trabajo asalariado. En Estados Unidos la empresa privada se convirtió en dominante en la educación superior lo que llevó al control de los contenidos.
La aspiración de los científicos clásicos de encontrar en la invención científica una explicación certera acerca de la realidad utilizando para ello métodos distintos a los que ofrecía la filosofía medieval terminó por diluirse. La ciencia se posicionó como un motor de la acumulación de capital y de la empresa de la sociedad industrial. A su favor, el capital y la empresa capitalista, tuvo el hecho de que los primeros científicos, sobre todo los del siglo XVII, XVIII y la primera mitad del siglo XIX, que fueron pioneros en el tema, pertenecían segmentos de la población que poseía recursos suficientes como para ser considerados como poseedores de un respaldo de fortunas económicas. Y su interés científico en cierta medida respondía a los intereses de las familias a las que pertenecían.
Muy pronto la ciencia empresarial de tipo colonial negó a otras sociedades algún tipo de saber calificando sus saberes de superchería. La lucha por la independencia y la creación de estados independientes no logró superar la dominación cultural y en ese ámbito la ciencia de los nuevos Estados siguió siendo la ciencia que había llegado con los imperios. En parte esto ocurrió así debido a que quienes encabezaron las luchas de independencia y lograron la creación de nuevos Estados fueron segmentos de la clase dominante que ya no quería seguir siendo gobernada desde el exterior, pero que no estaba interesada en romper de manera radical con la metrópoli. A pesara de todo, las revoluciones de independencia lograron sembrar la semilla de un conocimiento social anti imperial que ha prevalecido como parte del saber popular.
En la actualidad la ciencia que se producen en las naciones ricas es la ciencia hegemónica de corte imperial. Se produce en universidades, centros de producción tecnológica como el Silicón Valley apoyados por el ejército y el Estado, a través de centros privados y en las empresas multinacionales. Las universidades de las naciones ricas imponen el ritmo a la investigación, así como su orientación porque controlan los medios a través de los cuales se distribuye o difunde el conocimiento, como son las revistas científicas, la edición de libros o bien otro tipo como los eventos ya sean foros y conferencias. Allá se establecen las normas que regulan su publicación. respaldado en las inversiones que las multinacionales hacen en la educación superior. Obviamente, quienes financien la ciencia son los que determinan sus contenidos en donde el idioma es un factor central.
Las universidades de las naciones menos desarrolladas carecen de un proyecto educativo a nivel universitario o de Estado independiente de la cultura científica mundial que hemos descrito. Por diferentes vías los científicos están supeditados a lo que se produce en las naciones ricas. Lo más delicado es la manera en que se concibe la labor docente en las universidades como si se tratara de un trabajo como cualquier otro en donde escalar posiciones hacia los niveles que otorgan la categoría de investigadores parece el sueño y el fin de todo. Lo cierto es que los docentes son educados bajo los parámetros de la cultura científica de occidente en donde se ha eliminado el meollo de la ciencia que es crear nuevos saberes con sentido social.
En la época reciente la labor educativa de las universidades se ha alejado más y más del principio de la ciencia que es la producción de nuevos saberes técnico/sociales, reducida a la producción de profesionistas. Este ha repercutido en el aula, en donde a los estudiantes la opción de las carreras científicas aparece como poco atractivas porque lo que prevalece es el interés por titularse de inmediato y conseguir un empleo, Lo importante es titularse y a veces los medios tienen poca o nula relevancia ante la urgencia de titularse. El esfuerzo por aprender a crear conocimiento nuevo aparece como un obstáculo que se intenta y se logra hacer a un lado. El conocimiento científico de carácter social es poco a poco desplazado de la agenda personal de los estudiantes.
En tanto que en los laboratorios de las empresas multinacionales se produce tecnología capaz de solventar problemas como la pandemia que vivimos en 2020, en el aula de las universidades de las naciones menos evolucionadas los estudiantes son orientados en un tipo de técnicas para la investigación creadas bajo la idea de que graduarse es la prioridad, lejos de los grandes problemas que vive la nación, el continente o el mundo. En tanto las guerras ponen a la humanidad en riesgo de desaparecer nuestros estudiantes están ocupaos en temas cuyo valor no alcanza el parámetro de tema de relevancia social. Las guías de investigación a modo de recetas para la investigación se ajustan perfectamente a un tipo de investigación cuyo resultado en general puede calificarse de distópica, lo contrario de la aspiración de la ciencia clásica.
La ciencia de nuestros días que se imparte en nuestras naciones y universidades es una ciencia rebajada a una no ciencia, sin impacto ni interés por crear conocimiento que sirva de herramienta para enfrentar el mundo actual y que vive una gran transición epocal.
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