Preparar un refrigerio nutritivo no necesariamente implica complicación ni mayor gasto: basta con incluir alimentos variados, frescos y seguros, evitando el exceso de productos industrializados. Por la Mtra. Monserrat Rodríguez León, directora de la carrera de Ciencias de la Nutrición de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG).
El dilema de los refrigerios escolares siempre ha sido uno de los temas más importantes para madres, padres y cuidadores, lejos de ser un simple complemento, este tiempo de comida cumple un papel muy importante para la nutrición y el bienestar de los niños, ya que influye directamente en su salud, su energía y su capacidad de concentración durante la jornada académica.
El refrigerio debe aportar 1/4 de la energía que los niños necesitan durante el día. Su objetivo no es sustituir el desayuno o la comida, sino ser un apoyo que permita mantener un adecuado nivel de atención en las aulas.
Sin embargo, para algunas familias, este refrigerio es el desayuno, por lo que se recomienda que sea completo, equilibrado, inocuo, suficiente, variado y adecuado a la edad y a las costumbres familiares. Esto significa que debe contener alimentos de diferentes grupos, ser seguro en su preparación y consumo, y al mismo tiempo, práctico para llevar a la escuela.
Sin embargo, la realidad es que en muchas ocasiones los refrigerios no cumplen con estas características, ya que es común que predominen azúcares y grasas, tanto en los alimentos preparados en casa como en los adquiridos en la escuela. El consumo de frutas, verduras, lácteos y leguminosas es recomendable para hacer opciones más saludables y así evitar problemas de desnutrición, sobrepeso y obesidad.
Una realidad es que los alimentos consumidos por los estudiantes muchas veces no cumplen con los requerimientos de una alimentación saludable, ya sea por exceso de azúcares y grasas o por deficiencia de frutas, verduras y proteínas.
Estas deficiencias no solo tienen un impacto inmediato en el rendimiento escolar, sino que también contribuyen a la formación de hábitos poco saludables que pueden mantenerse en la vida adulta y convertirse en factores de riesgo para enfermedades crónicas como diabetes e hipertensión.
Para lograr un verdadero cambio también es indispensable que los padres de familia junto con las escuelas busquen construir entornos más saludables.
Entender que, si hay alimentos a limitar en las cooperativas escolares, también deben evitar enviarse en las loncheras desde casa. Unir fuerzas impactará positivamente en la salud de los niños.
Los refrigerios, por lo tanto, son un reflejo de los estilos de vida familiares y comunitarios. Cuando se llenan de productos ultraprocesados, con alto contenido de azúcar, sodio y grasa, se convierten en un riesgo para la salud infantil.
En cambio, cuando incluyen alimentos naturales como frutas, verduras, cereales integrales, lácteos sin azúcar o leguminosas, se transforman en una oportunidad para reforzar hábitos de alimentación saludable y garantizar un aporte adecuado de energía y nutrimentos.
Otra medida sencilla es enviar únicamente agua natural, evitar mandar refrescos, jugos o lechitas que más allá de nutritivas aportan gran cantidad de azúcar.
Es fundamental entender que el refrigerio no debe ser visto como un simple “antojo” o un espacio para alimentos ultraprocesados, sino como un componente esencial de la dieta infantil.
Conviene recordar que los refrigerios son una herramienta valiosa para fomentar la salud y el aprendizaje. Preparar un refrigerio nutritivo no necesariamente implica complicación ni mayor gasto: basta con incluir alimentos variados, frescos y seguros, evitando el exceso de productos industrializados.
Con estas pequeñas acciones diarias, podemos contribuir a un mejor desempeño académico, a la formación de hábitos saludables y a la prevención de problemas de malnutrición en las nuevas generaciones.
smonserrat.rodriguez@edu.uag.mx