La Educación en Línea (TIC) no era el Monstruo de las Cien Cabezas

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Foto: Redseguridad
Por José Ricardo González Martínez.
La educación en línea y las tecnologías de la información y la comunicación los recursos incómodos para los docentes, la PANACEA en tiempos de la COVID-19.
Parece mentira que llegaría el día en que las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC) se convertirían en “aliados” de quienes por décadas nos mostramos renuentes e incómodos para implementarlas y utilizarlas en las aulas de clase, escudados en; mi clase no es de computación, se pierde mucho tiempo, se trabaja doble, no se aprende más con la tecnología, no hay internet, entre otras justificaciones más que seguramente conocemos, hemos escuchado o utilizado, tuvo que pasar poco más de medio siglo para que se volteara a ver hacia la Tecnología Educativa, término que habría surgido en las década de los cuarentas (al menos la mayoría de autores coinciden e ello) y que en los años 70´s del siglo XX se vislumbrara como un paradigma dentro de la educación, en nuestro país no fue casualidad que en 1968 se creara el sistema de telesecundarias con el propósito de alfabetizar mediante proyecciones televisivas a aquellas poblaciones de difícil acceso.
Este panorama dejo ver la trascendencia de la educación a distancia, pero había que formar docentes en la entonces llamada Tecnología Educativa y acercarnos a las herramientas propias de la naciente área de la educación, pero no fue sino hasta la década de los noventas del siglo pasado con las llamadas NTIC, (Nuevas Tecnologías de las Información y la Comunicación), que surgió una efervescencia tanto en instituciones como entre los propios docentes por conocer, formarse e integrar estas herramientas a nuestras aulas de clase y al propio quehacer docente, pero con poco éxito, pues la renuencia era latente entre la mayoría de profesores.
A inicios de este siglo, con un marcado desarrollo tecnológico y un avance sin precedentes en los recursos informáticos (todavía se hablaba de estos en aquellos años), surgieron programas de formación docente (cursos, diplomados, maestrías y doctorados) que acercaban a los profesionales de la educación a una nueva era de la tecnología aplicada a la educación, ahora enmarcada en el farragoso concepto de Innovación Educativa, caracterizado por el uso de recursos denominadas herramientas digitales inherentes al amplio campo de las TIC.
Bajo el abrigo de la Innovación Educativa encontramos sin duda alguna a las modalidades educativas no presenciales en la que figura la Educación en Línea y su coexistencia con el uso de las TIC, misma que ha sido adoptada como principal estrategia de docentes, instituciones educativas y el propio sistema educativo que se ha visto colapsado ante un panorama de incertidumbre provocado por un aislamiento involuntario impuesto por una pandemia (COVID-19) que ha cambiado la convivencia social en todas la esferas de la sociedad.
Es triste ver que ni todos los cursos, diplomados o programas de posgrado en materia de tecnología educativa, innovación educativa, tecnologías de la información y la comunicación aplicadas a la educación y varios títulos más que seguramente omito, lograron motivar a los docentes en hacer uso de las TIC en sus aulas de sus clase, bastó poco más de un mes y una pandemia para lograr lo que no se pudo en casi medio siglo, que los profesores, docentes y profesionales de la educación viráramos hacia lo que en teoría conocíamos y lo lleváramos a la práctica.
La educación en línea y el inherente uso de las TIC, no resultó ser Tifón, el monstruo de las cien cabezas de la mitología griega, pues muchos de los que ahora estamos utilizando plataformas, redes sociales, aplicaciones y cualquier recurso digital nos dimos cuenta que no era como se describía a Tifón inimaginablemente espantoso, peor que su pesadilla más aterradora. Seguramente ahora comenzaremos a ver a las TIC como un conocimiento transversal aliado de los procesos formativos y a la Educación en Línea, como una modalidad educativa trascendental para la educación, ya dimos el primer paso, le hemos perdido el miedo, ahora nos corresponde hacer la tarea “diseño instruccional” para actuar con ética y responsabilidad profesional.