
Restauradores del INAH atienden el Templo de las Siete Muñecas, la Subestructura 44 y la Capilla Abierta
La estabilización de los vestigios estucados de los inmuebles ayudará a las y los visitantes a imaginar cómo fue el sitio durante su esplendor
Dzibilchaltún, la icónica ciudad maya ubicada al norte de Mérida, Yucatán, es uno de los 26 sitios patrimoniales que la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en colaboración con el Fondo Nacional de Fomento al Turismo, atiende con el Programa de Mejoramiento de Zonas Arqueológicas (Promeza), derivado del proyecto Tren Maya.
Desde octubre pasado y hasta los últimos días de marzo próximo, una veintena de especialistas en restauración y conservación interviene tres icónicas estructuras de la urbe precolombina: la Subestructura 1 o Templo de las Siete Muñecas, la Subestructura 44 y la Capilla Abierta.
La importancia de estas edificaciones radica en ser las últimas del área visitable de la zona arqueológica, las cuales conservan restos de estucos modelados y de aplanados arquitectónicos, apunta la restauradora de la Sección de Conservación y Restauración del Centro INAH Yucatán, María Fernanda Escalante Hernández.
“Los estucos y aplanados son el soporte de grafitis, pinturas, relieves modelados, mascarones y otras decoraciones asociadas a los inmuebles, pero también son los elementos más sensibles a perderse debido a la acción del tiempo y a los fenómenos naturales”.
En este sentido, la relevancia de preservar tales restos es que son testimonios que permiten a los visitantes imaginar cómo lucían antiguamente los edificios, y entender cómo era Dzibilchaltún en su esplendor.
“Estos elementos nos recuerdan que las grandes edificaciones de piedra que hoy vemos, estuvieron recubiertas por delicados estucos y decoraciones, a menudo pintadas o con modelados”.
Así, con la finalidad de protegerlos, agrega la restauradora, dentro del Promeza se emprenden diversas acciones de conservación preventiva: impermeabilizaciones, consolidaciones, resanes, readhesiones y limpiezas de sales y de microorganismos, entre otras.
“La finalidad es evitar que los monumentos mismos se vuelvan agentes de deterioro. Es decir, si permitimos que el agua se filtre a los interiores, no importará cuántas veces adhiramos los estucos a las superficies, pues la humedad excesiva continuará desprendiéndolos”.